Desde muy chico he tenido muy presente el potencial humano, pienso que somos una obra no terminada, como un diamante en bruto y que está en cada uno de nosotros el pulir ese diamante y terminar esa obra. Nunca fui muy aplicado en la escuela puesto que siempre me preguntaba ¿bueno, y esto de que me sirve? Ahora veo con claridad que para que la mente se abra verdaderamente al conocimiento y aprendizaje de algo ¡tiene que haber un interés activo! En la escuela no leí, pero cuando me comenzaron a interesar temas de la vida yo comencé a leer por iniciativa propia y me atrevo a decir, pero con todo el debido respeto, que he leído más que muchos doctores y que muchos licenciados. Estando estudiando el primer año de preparatoria me dieron de baja de la escuela donde estudiaba por inasistencias, en realidad sí asistía puesto que me gustaba ir, pero no entrar a las clases, me divertía mucho con mis amigos y amigas, entonces lo que hice fue poner un carrito de hamburguesas al carbón fuera de la escuela.
Aún con la fuerte idea del potencial que hay en cada uno y sabiendo que ese potencial humano sí existe pero que es sólo a través de la entrega y la disciplina como ese potencial podía desarrollarse, me preguntaba ¿en dónde puedo encontrar esas características y circunstancias, disciplina y entrega? Entonces, motivado por una película decidí irme a Estados Unidos a alistarme al ejercito (tenía sólo 18 años). Gracias a Dios no me aceptaron ni en los Marines, ni en el Army, ni en el Navy, la respuesta siempre fue la misma, que no era ciudadano ni residente. Entonces, me quedé allá un año estudiando inglés y aprendiendo de la vida.
Cuando regresé y después de un tiempo de andar por malos pasos en bares y discotecas, quise continuar estudiando y una vez libre de la preparatoria entré a estudiar la carrera de derecho en la Universidad La Salle del Pedregal, al segundo semestre comencé a trabajar en un despacho de abogados como ayudante e iba a los juzgados a presentar escritos, checaba las resoluciones publicadas en el Diario Oficial de la Federación, leía expedientes en los cuales estaba autorizado, acompañaba a los abogados a litigar etc… Entonces, me comencé a dar cuenta de que lo que estaba estudiando y la práctica real eran muy diferentes, que quien se desempeñaba mejor en este ámbito era quien se arreglaba mejor con el Secretario de acuerdos, que las cosas caminaban mejor poniendo un módico billete debajo de los folders, etc., es decir, toda una cultura de hacer así las cosas y la verdad que ni me asusta ni me doy falsos golpes de pecho haciéndome el santurrón, simplemente, me di cuenta de que la teoría que estudiaba y la práctica eran diferentes y que no era el lugar donde quería enfocar mi pasión. Además, por lo mismo me di cuenta de que lo que necesitábamos no eran más leyes ¡sino conciencia! Entonces me cambié de carrera y comencé a estudiar Psicología en la Universidad Intercontinental (UIC)
Mientras estudiaba la carrera de Psicología estaba leyendo autores fenomenales como Ouspensky, Gurdjieff, Descartes, Kant, etc., y lo que estábamos estudiando me parecía un poco limitado, entonces fui personalmente con mi director de carrera (que por respeto omito su nombre ¡una excelente persona! ) a exhortarle que se ampliara el programa educativo, que en otros países se estaban estudiando tales y cuales cosas, que la psicología que estudiábamos se limitaba a estudiar al hombre dentro de un entorno social y familiar, pero que éramos todavía más que eso. Entonces, él me tomó del hombro y me dijo: “Mira, el programa educativo no lo hago yo, ya es algo que está establecido, pero si quieres aprender más allá te invito a una plática que doy -tal día-» en su casa de Camino a Las Águilas y oh sorpresa, era todo un místico y un gran sanador por imposición de manos, él me enseñó a transmitir energía curativa con las manos y me certificó a través de la línea oriental que él representaba aquí en México.
Mientras seguía estudiando la carrera en un viaje a Acapulco, saliendo de una disco, tres tipos me dieron la paliza de mi vida, me rompieron la órbita ocular del cráneo de una patada y me dejaron en cama por varios días, para mi ese fue mi renacimiento. Personas tomaron las placas de uno de sus coches y me consiguieron su dirección, pero, algo en mí mientras me recuperaba sentía una paz muy especial, como que la paliza me movió los cimientos de mi existencia y cuando pensaba en irlos a buscar me salía de ese estado de paz interna, comenzaba a entender que si eso había cosechado era porque en algún momento yo mismo lo había sembrado. Entonces, de corazón los perdoné, rompí en cachitos la información que me iba a llevar a encontrarlos. Entonces ¡mi vida cambió! y comenzó mi renacimiento.
Como un camaleón que cambia de piel así me sentía cambiando y reconfigurando todo dentro y fuera de mi, ya no embonaba ni con mis amistades ni en los medios donde me desenvolvía, sentía una fuerte necesidad de estar conmigo mismo y nadie más, entonces me volví a salir de la carrera, agarré mochilazo y me fui a una montaña a leer y leer y leer. Allá estuve estudiando y trabajando para una asociación de apoyo a enfermos de Sida y cáncer mientras continuaba mi transformación y cambio de piel.
Regresé al D.F. ya con un objetivo bien claro, asociarme con alguien que pusiera el capital y yo mis conocimientos para crear un concepto donde la gente se pudiera retirar unos días para desintoxicar su cuerpo y restaurar su mente y alma. Cabe mencionar, que después de la paliza que me dieron me fui unos días a Cancún a recuperarme, allí tuve unas experiencias muy especiales que es difícil explicar con palabras, pero que iban muy de la mano con mi despertar interno y esa puerta de luz y de paz que estaba observando y que me invitaba a entrar en ella. Por lo que cuando regresé a México, el lugar que tenía ya pensado para desarrollar el proyecto que en ese entonces se llamaba Conciencia 2000, era Cancún.
Cuando regresé al D.F. y como complemento a mis estudios comencé a trabajar con un científico investigador admirable y de quien aprendí mucho, de él adopté el rigor del pensamiento científico y la objetividad en el campo de la investigación también científica, con lo que vino a equilibrarme pues ya andaba yo muy metafísico. Entonces comencé a dar terapias alternativas de lo que había aprendido y también utilizando la tecnología que él desarrollaba para fortalecer el sistema inmunitario a través de la fototerapia.
Después me casé con una muy buena mujer y llegó a mi vida una estrella del cielo que se plantó en mi firmamento para guiarme con su luz permanentemente como la misma estrella polar guía a los marineros en altamar, su nombre es el de una reina, ella tiene 11 años y actualmente vive con su mamá, pues nos fuimos dos años a Cancún y el destino decidió que nuestros caminos se separaran, cosa que no es rara hoy en día, y menos en Cancún, las estadísticas lo reflejan, es el estado con mayor número de divorcios y separaciones de todo México, también de suicidios, no es fácil la vida allá, por eso entiendo y comprendo todo lo que ha pasado en nuestras vidas.
Pero bueno, el caso es que seguí en Cancún con mis ideales, que más que ideales ya eran para mi mi misión en mi vida. Después de la separación me vino una depresión como nunca, puedo decir que pasé los días más tristes de toda mi vida en Cancún, irónicamente en un lugar tan bello y mágico. Mi autoestima se fue al suelo junto con todos mis conocimientos y grandes ideales, que de plano entré a trabajar de mesero en un restaurante porque lo único que quería era dinero para recuperar a mi familia, y no quiero denigrar el respetable y bello trabajo de un mesero, ¡de ninguna manera! de hecho, creo que el trabajo, cualquiera que sea, enaltece a una persona, sólo que todo lo que yo me había preparado como que no existía en mi mente, perdió fuerza y claridad. Entonces, gracias a eso, tuve la fortuna de darme cuenta de la situación y la realidad en la que vive tantísima gente y diseñé un modelo de administración de recursos humanos a través del cual se recupera y fortalece la identidad y auto-estima de las personas, ayudándolos a tener objetivos bien definidos mediante este modelo de certificación empresarial de nombre Calidad Maya, Calidad Humana. Entonces me lancé con 20 mil pesos a comenzar mi propia empresa de capacitación empresarial y constituí una sociedad llamada Corporativo para el Desarrollo del Potencial Humano Mexicano S.A. de C.V. Quebré por falta de experiencia y recursos, pero fue un gran aprendizaje.